Hablar de integridad es ser conscientes de nuestra fortaleza de espíritu que nos hace permanecer fieles a nuestros principios. Una persona íntegra es aquella que tiene el valor de vivir con una rectitud, bondad y honradez que se entienda como intachable.
Este es un valor que se aprende en casa, con el ejemplo y la forma de comportarse de los padres; se refuerza en la escuela, en donde maestros y profesores tienen un rol importante para afianzar el desarrollo de carácter y valores; para finalmente practicarla en el entorno laboral.
En las organizaciones los valores tienen que desarrollarse y practicarse partiendo desde los más altos niveles de la organización e ir decantando hacía los niveles siguientes, de esta manera serán más efectivos y consistentes. El comportamiento de los directores, gerentes y jefes es fundamental para crear condiciones de una cultura basada en valores y altamente competitiva a través de sus trabajadores.
Sin embargo, es importante señalar que la integridad no se pierde de un solo golpe sino poco a poco, muchas veces con comportamientos frente a temas de baja relevancia y de fácil justificación. Las personas íntegras reconocen que las cosas pequeñas se tomen en cuenta y por ende por muy irrelevantes que parezcan no hacen trampa ni son tentados a realizar algo que no es correcto.
Existe una fábula que se titula la rana en una olla con agua en la que se explica claramente cómo los valores bien afianzados en momentos difíciles ayudan a tomar la decisión correcta.
La fábula cuenta acerca de una rana nadando en una olla de agua que se está calentando a fuego lento; el agua se pone tibia y a la rana le parece agradable y sigue nadando. Sube la temperatura y el agua se calienta, pero la rana no se inquieta, y al subir más el calor ya la rana no tiene fuerzas para salir hasta que acaba hervida. Si a la rana la hubiéramos sumergido de golpe en una cazuela caliente, seguro que ella hubiera saltado y salido del recipiente.
En el libro The Integrity Advantage, la primera característica con que se identificaron a las personas íntegras es que para ellas LAS PEQUEÑAS COSAS CUENTAN, lo cual se aplica a la fábula anterior.
Como parte de la sociedad en que vivimos, debemos apuntar a la transparencia y a la ética como valores fundamentales para lograr que nuestro desarrollo y crecimiento económico sea auténtico y sostenible en el tiempo.
Sin integridad cualquier logro deja de ser real. Por más capacidades, inteligencia y buena actitud que tenga una persona, sin integridad sus resultados nunca serán positivos.
Doris Cayo
Consultor / Coach Ontológico